Para Omar, mi hermano.
El ímpetu, los ojos desbordados,
los gritos y los saltos del sillón:
"chiiin, nooo, no puede ser,
a ver, reinicia";
no han cambiado.
Sin embargo, hoy ya las formas obedecen,
a una extraña involución hacia el silicio.
Las consolas, los cartuchos, ¿dónde fueron?
¿los botones estridentes, rojo y negro?,
la novedad: morado y gris, ¿dónde han quedado?
¿y ese ritual de esperar horas, pixeleados?.
¿La rudeza del control o la dureza,
de A, B y cruz acompañando los disparos?,
¿de ese Game Over, Finish him, ese Continue...?
¿9, 8, 7...4...2...ese reinicia?
Sólo alcanzo en la repisa un idolillo,
un cíclope ruin que guiña "Wi-fi" dibujando
un halo azul, que es el control, con cable etéreo;
una fuente que amarró sus dos cabezas.
Y me encuentro,
con ese requerimiento de llamarse diferente,
tan niño y tan platino, prodigioso
fulgor que, en dos palabras, da nostalgia:
Press Start o
Nada Cambia.
los gritos y los saltos del sillón:
"chiiin, nooo, no puede ser,
a ver, reinicia";
no han cambiado.
Sin embargo, hoy ya las formas obedecen,
a una extraña involución hacia el silicio.
Las consolas, los cartuchos, ¿dónde fueron?
¿los botones estridentes, rojo y negro?,
la novedad: morado y gris, ¿dónde han quedado?
¿y ese ritual de esperar horas, pixeleados?.
¿La rudeza del control o la dureza,
de A, B y cruz acompañando los disparos?,
¿de ese Game Over, Finish him, ese Continue...?
¿9, 8, 7...4...2...ese reinicia?
Sólo alcanzo en la repisa un idolillo,
un cíclope ruin que guiña "Wi-fi" dibujando
un halo azul, que es el control, con cable etéreo;
una fuente que amarró sus dos cabezas.
Y me encuentro,
con ese requerimiento de llamarse diferente,
tan niño y tan platino, prodigioso
fulgor que, en dos palabras, da nostalgia:
Press Start o
Nada Cambia.