domingo, 12 de julio de 2009

Wii

Para Omar, mi hermano.

El ímpetu, los ojos desbordados,
los gritos y los saltos del sillón:
"chiiin, nooo, no puede ser,
a ver, reinicia";

no han cambiado.

Sin embargo, hoy ya las formas obedecen,
a una extraña involución hacia el silicio.

Las consolas, los cartuchos, ¿dónde fueron?
¿los botones estridentes, rojo y negro?,
la novedad: morado y gris, ¿dónde han quedado?
¿y ese ritual de esperar horas, pixeleados?.

¿La rudeza del control o la dureza,
de A, B y cruz acompañando los disparos?,
¿de ese Game Over, Finish him, ese Continue...?
¿9, 8, 7...4...2...ese reinicia?

Sólo alcanzo en la repisa un idolillo,
un cíclope ruin que guiña "Wi-fi" dibujando
un halo azul, que es el control, con cable etéreo;
una fuente que amarró sus dos cabezas.

Y me encuentro,
con ese requerimiento de llamarse diferente,
tan niño y tan platino, prodigioso
fulgor que, en dos palabras, da nostalgia:

Press Start o
Nada Cambia.

martes, 7 de julio de 2009

La labor Celestina

Para la tía de Ameyali, la Señorita "X" Bueno.
Arduo oficio, fatiga fecunda,
incesante mostrador de demanda continua,
es el trabajo de la casamentera;
tradicional mujer Celestina.

Eso de pasar recados,
jugar a Cupido y mitigar el ensueño,
recoger la baba que tira el enamorado(a),
no es envestidura conferida a cualquiera.
Hay que saber de esas cosas
que jamás serán dichas,
y sin embargo, se ven:
ella, viendo el teléfono buscando
el mensaje que le dice "yo te quiero";
él, llamando sin encontrarla,
suspirando desilusión tras el aviso:
"...no está, tú crees, acaba de salir".

La Celestina recibe al Prometeo
cuando pasadas diez y media va a dejar a Pandora.
Sabe más de él , de lo que él mismo sabe:
de qué número calza,
y que padeció en el pasado,
el cáncer de decepción amorosa.

A veces La Celestina se enamora,
más que los mismos enamorados;
repuntea sus lágrimas en ojos ajenos,
y cura sus fiebres, auscultando las propias.

Yo vi en mi Celestina cierto apego,
tímido y hasta casi cariñoso,
como si gozara mi encuentro con la amada,
viendo el romance de lejos,
mas haciéndolo propio.


miércoles, 1 de julio de 2009

Heriberto Frías, 826

El olor cancerígeno en las calles,
como olor a pescado,
moja mis zapatos de tránsito
y mi asistencia remota.
La pesadumbre del saco morado
enviste con alivio mi espalda de quiropráctico:
¡émula de la llama!
Y la propaganda celestial:
el blancoazul, el tricolor,
el sol azteca;
la estrella, mejor amiga de los pollos.
¿Cómo puede un vendedor de álgebra en CD-ROM
-factor común, polinomio, máximo común divisor
ahorre hoy, hasta ochocientos pesos,
sí, ochocientos pesos-
encontrarse tan tranquilo?
Si esta ciudad ya rebasó la mercadería,
la camaradería,
y el desteñimiento de los anuncios para tacos de guisado.
¡Esclavos todos,
esclavos de reproductores eme-pe-cuatro, esclavos¡
Tlamaltinimes pragmáticos,
como olor a peróxido;
the great pretender en la parada de autobús de Gabriel Mancera,
tánatos involuntario.
Si estos dioramas celestinos, a media calle,
no fueran cárcel,
¿sería entonces, acaso un dandy muerto de ensueño?
Si todas las grietas no lastimaran,
o los manchones en las aceras, no fueran preguntas,
¿seguiría siendo un donjuán?

lunes, 29 de junio de 2009

La canción de amor de Siegfried Andre Den Boer Kramer

Para T.S. Eliot
Vamos,
tú encarnada;

yo forzado,
a las once de la mañana
bajo otra nube de cigarro mentol,

entre los tantos detectores de sismos, las impresoras, la caoba sintética...
cuando he de extenderme como un señuelo de baratijas,
como una sombra que sigue cantando
sin nominarse;
cuando somos otro retrato más de los extintores
y parecemos floreros.

Vamos,
a fingir que trabajamos en esta oficina,

con vista al mercado, al centro cultural más a la izquierda,
desvelados por la difícil situación del domingo pasado,
cubiertos de aserrín,
de conchas de ostracismo.

Vamos
-debo insistir que no juegues. Me desquicias-.
Vamos.
No me digas, ¿de qué demonios me estás hablando?
Vamos,
escuchemos esa canción que tanto te gusta.

Estábamos en el pasillo desierto
y eran como las cinco para las diez.
Todos deben llegar a su hora, mas llegan
pasadas las once, y lo sabemos.

Vamos.

Te la pasabas escuchando esa canción, lo sabes,
una y otra vez, como tantísimas otras,
hasta que me fue imposible decir injustamente lo que resiento.

Hubiera valido la pena
aprender a mentarte la madre,
mas limité a volver otra mirada a la ventana:
los ocasos, las callejuelas, los zaguanes salpicados...

Y te decía:

"me estoy arrancado la corbata
para ver si luego te la comes,
putilla de rubor helado;
a ver si luego,
como se comió a Isadora Duncan
una bufanda"

Tus dientes mal entintados:
"Hey nicotina ven,
revienta la perla"

frontando tu hocico en la pantalla principal,
artrítica abre
Reproductor de Windows Media,

evádeme mientras trabajo,
anda,

evade,
que tienes más de unos cincuenta

y ambos sabemos
que ya no puedes afrontarlo.
Evade,

que la vejez te vence;
vence a la vejez.

Porque lo he escuchado
-¿tú no?- (su canto),

como una inyección de tinta en las sirenas.

"No era eso lo que quise decir, no,
no fue precisamente, no es que
esa canción me desespere, es sólo que..."

político, cauto, asaz, meticuloso,
yo también descubrí que no era Hamlet, Príncipe de Dinamarca,
ni el Príncipe de Astrurias, ni el de la Bella y la Bestia.
No era Lázaro recién salido de entre los muertos.
Era él,
y es por eso que te odiaba tanto.
Porque tú, sin saberlo, me volviste cortesano acudiente,
por ser mi manual predilecto de Anatomía,
de oncología,
de diseños coloridos,
de nervaduras,
de lupus.

Acordes, letras, tablaturas para guitarras,
miles de portadas pálidas en bazares y porcelanas

para terminar al diez para las once volviendo a extenuarme:
Holanda, 1971, Fórmula V
Ayúdame
que estoy por enrollarme en esta bola que se llama universo,
Help! Ayúdame
como si a fin de cuentas hubiese valido la pena,
como si te conociera de siempre,
Help! Ayúdame
que la migraña ha hincado sus dientes y dicho,
he de olvidarme
de aquel fracaso,
de aquel fracaso,
Help! Ayúdame
que me llamo Tony Ronald, y ya nadie me recuerda.

Indispensables:

viernes, 26 de junio de 2009

Ameyali

Mírame, Ameyali,
busco tu nombre en las entrecalles,
taciturno, solemne, desvelando
el tráfico a esta hora de comida.

Mírame Ameyali
encontrándote en anaqueles,
deteniéndome en los puestos de dulces,
soleando a los niños con monedas de a diez,
atropellando los ejes,
rayando esperanza,
repasando cada sede
de cada Secretaría de Estado.

Mírame así, trajeado,
reflejo de un marmóleo sueño de ignominia,
empapado por eso del día internacional de la lluvia.
Perdiendo oportunidades con los zapatos bien boleados,
alfombra y parquet, proyector y madera.

Mírame,
recordándome tu nombre
buscando las arterias de otro
diplomático de carrera,
tan orificio,
tan distinto a mí mismo,
a lo que yo soy,
o de a perdida a lo que era,
¿te acuerdas?...
yéndote a ver
a cientochenta kilómetros por hora
propinándote en el portal
quinientos besos por segundo.

Hoy, casualmente, te he mirado más que nunca,
y es seguro porque no te he visto.
Me he anudado la corbata con la esperanza en medio,
esperando volver a verte.
Temo, sin embargo,
no volvamos a encontrarme.

jueves, 25 de junio de 2009

Memorandum

Reporte de actividad:

Ayer me desvelé prepárandolo todo.
El alma perturbada, todo listo;
capaz de calcularlo tan insumiso, fúrico:
glorioso.
La madre de todos los encuentros;
tan oportuno,
tan perfecto.

No llegué a la junta.
Me enteré de que todo salió,
tal y como lo planeé.

Hubiese sido bueno,
necesario, tal vez es ésa la palabra,
necesario,
estar ahí.

Con el peso del fracaso
en las uñas de los pies,
me dispongo a salir
(a la calle).

E.C.L.

Reporte de actividad:

Hoy vi a un niñito en el ascensor.
Era ínfimo. Un pulgar
recargado contra su padre,
sosteniendo a Wolverine,
a Rey Misterio;
un dios muy pequeño.

Recordé entonces lo que no he vivido
recargado contra mi padre.
Yo sostuve un Buzz Lightyear.
Yo era ínfimo. Ahora descubro,
que no he podido dejar de serlo:
un dios muy pequeño.

E.C.L.

Reporte de actividad:

Hoy encontré una mujer muy alta;
de lo normal, más alta.
De lo deseable, más alta.
No llamó mi atención.

He comprado un par de twinky wonders,
desesperado.
He aprisionado una Cocacolita,
mal asignado.
Y me reitero de dónde viene,
aquel suministro
glúcido.

Ha de venir de la lágrima.
Es ésa, tal vez,
la única respuesta.

Reporte de actividades:

Sonaba en el pasillo, en la oficina,
una canción de Piero
-o de Joan Sebastian,
no recuerdo-.

Hojeaba el periódico de hace dos días:
Irán sigue con sus problemas,
la elección es de lo único que todos hablan,
y el periódico no hablaba de ti,
ni tampoco, de lo mucho que me acuerdo.

El olor a cigarro me hastió por vez primera.
No fue el olor de cigarro en sí, fue
tal vez que ese olor nunca cambia.

Así, no cambia la corbata,
ni la camisa con iniciales de mi padre,
ni la botellita de agua que se rellena en la esquina,
ni la chica de esa esquina, al lado del garrafón,
que me parece encantadora.
No es que sea bonita, bueno, sí lo es,
es sólo que más bien,
se viste muy bonito.
Traía una falda azulmarino el otro día,
como tradicional, como con olanes.
Y unos zapatos muy bonitos,
que la hacían más alta,
como más distinguida.
No sé, como más bonita.

Apenas y le pedí prestada una regla.

Reporte de actividades:

Hoy pensaba robarme un jugo,
nomás por añadirle emoción a la vida.
Pero terminé formándome en la caja,
esperando los millones de comprantes
y buscando el de a cien arrugado
en la bolsa oculta.
Le puse a mi celular veinte pesos de crédito,
y vi la cara de esa señora que atiende el OXXO.
Igual siempre.

Igual,
y en eso somos parecidos.

miércoles, 17 de junio de 2009

El apartamento de mi padre

Percato apartado el apartamento de mi padre.
La nevera amenazante,
con el vaho de los arenques y la leche
.
El sol huele a gas y la cocina,
pliega fantasmas, manchas,
mermelada, ruegos agua,
lagañas, fetos hornillas.
El aceite transpira aceite,
y las tazas, rescoldos labios,
y los ratos, rebaba de Knorr Suiza,
Salsa Magui, Búfalo, mostaza,
mantequilla, el trapeador por los cabellos,
mocos de muebles, la ventana,
pretendiendo ser sincera, el ollín,
con tantas tardes a cuestas, la cortina,
sintiendo el sopor de los pleitos, la mañana,
suicidándose buscando, los tapices.
Colgante el polvo, el baño,
se aleja del bañante arrinconado,
que lame, la jerga,
cubriendo el tupperware, el jabón,
que yace a un lado, el inodoro,
adherido a las rasgaduras, nacaradas,
la toalla,ve que han pasado,
los años, que son muchos, la voz,
encarama, el anciano,
la piel arrugada, la alfombra,
las canas, el suelo envainado,
el cadáver, todo el tiempo,
se remonta, hundiendo el halo,
la televisión, pretende sumarse
entre los juegos,
la tristeza, se cuela por donde se puede.